Domina el arte de las ventas

Nunca fui un gran estudiante. La verdad es que los libros y las clases no capturaban mi atención, y prefería entretenerme en cualquier otra cosa. Sin embargo, el deporte sí que me motivaba. Era un buen deportista, y en más de una ocasión, mis logros en el campo ayudaron a que los profesores me aprobaran algunas asignaturas. Al final, conseguí mi EGB con el graduado, pero tenía claro que seguir estudiando no era para mí. Me aburría en las aulas, y la idea de pasar más años entre libros me parecía insoportable.

Fue entonces cuando, con apenas 15 años, mi padre me dio un ultimátum: «O vas al instituto a estudiar, o te pones a trabajar, pero no te vas a quedar en casa sin hacer nada.» Esa fue la chispa que encendió mi pasión por el trabajo. Le respondí sin dudarlo: «Quiero trabajar». Siempre me había encantado la idea de trabajar, mucho más que la de estudiar. (Y mira cómo son las cosas, ahora estudio a diario y me formo constantemente, pero en aquel entonces, el trabajo me llamaba con más fuerza).

Así que, con esa decisión tomada, me puse a trabajar con un familiar en la construcción, como peón. Y qué puedo decir de esa profesión, ¡una profesión increíble y poco reconocida! El trabajo era duro, se trabajaba a destajo, cargando mucho peso y en posturas que dejaban el cuerpo hecho polvo. Pero mientras trabajaba en la obra, observaba con curiosidad cómo llegaban algunos comerciales y vendedores de firmas, vestidos impecablemente con traje y corbata, para hablar con el contratista. Y yo me decía a mí mismo: «¡Vaya, qué trabajo tan chulo!».

Lo tenía todo: vestirse bien, hablar con personas, algo que siempre ha sido uno de mis placeres, y vender servicios o productos que realmente ayudaran a los demás. Ahí, en esos momentos de observación, fue cuando empecé a repetirme: «Yo seré comercial algún día, y de los buenos».

Y así fue como, apenas dos años después, con 17 años, comencé mi primer trabajo como vendedor de enciclopedias. Recuerdo con claridad cómo mi madre, con mucho esfuerzo, me compró mi primer traje. Me lo puse con orgullo, y allí me lancé, a recorrer los pueblos perdidos de Andalucía vendiendo enciclopedias. La experiencia fue absolutamente increíble, y desde entonces, no he dejado de trabajar en ventas.

Cada día en aquel trabajo me enseñó algo nuevo. No solo sobre cómo vender, sino sobre la importancia de conectar con las personas, entender sus necesidades y ofrecerles soluciones que realmente marcaran una diferencia en sus vidas. Desde aquel primer día como vendedor de enciclopedias, supe que había encontrado mi verdadera pasión.

Y aquí estoy hoy, después de más de 25 años, con la misma pasión por las ventas y la misma determinación de ayudar a otros a alcanzar el éxito en este fascinante mundo. Porque las ventas no son solo un trabajo, son un arte, una vocación, y sobre todo, una forma de vida.